Las “Damas de Blanco”, madres y esposas de disidentes presos: ¿casualidad o necesidad? Un análisis marxista.
El problema de que el liderazgo en la contrarrevolución lo lleven las “Damas de Blanco” podría ser mucho más que una simple “casualidad”, y en tal caso nos permitiría comprender con más precisión en qué momento del proceso revolucionario, o sea, en que momento de la construcción consciente y científica de la nueva sociedad, estamos.
¿Por qué son precisamente las madres y esposas de los disidentes presos las que con más firmeza, convicción y persistencia desafían a las autoridades y llaman al gobierno “Dictadura”?
Es muy curioso el hecho de que tras la liberación de los presos políticos por la mediación de la Iglesia Católica las “Damas de Blanco” no replegaron su actividad sino que la aumentaron.
Es curioso que tras la muerte de Laura Pollán las Damas de Blanco no detuvieron su actividad sino que la reorganizaron e intensificaron.
La conversación con ellas refleja que están muy convencidas de la justeza de su causa y de la perversidad de las autoridades.
Ya se ha hablado del bajo nivel cultural y la escasa preparación política de muchas de estas mujeres. Pero ellas tienen una historia personal y familiar. Tienen a un hijo o a un esposo preso y ellas reclaman que esa prisión es injusta e injustificada. Eso es lo que las caracteriza.
O sea son mujeres que no comprenden que sus hijos o sus esposos hayan infligido la ley con lo que han hecho, que consideran que es el Estado y sus instituciones son los que están equivocados y por eso es que aún, tras la libertad de sus seres queridos, enfrentan y desafían a las autoridades con más sistematicidad, más firmeza y más violencia que los propios hombres a los que ellas estaban defendiendo.
La proposición de este ensayo es que: “Son las Damas de Blanco y no sus hijos o esposos el verdadero núcleo generador de la contrarrevolución”.
¿Por qué un hombre lucha?
Los hombres luchamos por nuestros ideales de justicia y libertad. Por nuestros arquetipos del bienestar humano.
¿De donde sacamos nuestras primeras nociones de qué es el bien y qué el mal?
De los criterios y enseñanzas de nuestras madres.
¿Qué nos da fuerzas para luchar contra la adversidad social? El cariño reparador de nuestras esposas.
Los criterios sociológicos de las mujeres que después se erigieron en “Damas de Blanco”, son los que –a priori- dieron origen a la militancia disidente de sus hijos y esposos.
Por eso es que, cuando caen presos, ellas los defienden como fieras –más que porque sean sus hijos o esposos- porque ellos han actuado según lo que ellas les han enseñado y no entienden bajo ningún concepto que ellos hayan actuado mal, porque fueron ellas las que les inculcaron y alimentaron esas ideas y valores en base a los cuales ellos salieron a luchar a las calles.
Por eso es que las Damas de Blanco son más difíciles de controlar que los propios disidentes hombres, son menos racionales, ya que las mujeres son mucho más emotivas y valientes en sus decisiones y firmes en sus acciones.
Su credo es el más sencillo: ¡Nada hay de malo en lo que ellas han enseñado a sus hijos. Si ellas hubieran pensado (o comprendido) que había “algo de malo” en esos patrones de conducta pues les hubieran dado otra educación. El que está equivocado es el Estado!
Si las autoridades del Estado consideran que lo que sus hijos y esposos hacen es incorrecto, entonces el Estado es una Dictadura que no respeta los Derechos Humanos. Esta es la única conclusión lógica posible, en la mente de estas madres y esposas de los disidentes presos y los presos que se han vuelto disidentes en prisión.
¿Donde está la raíz del problema? ¿Cómo podría solucionarse?
De lo que estamos hablando es de un grupo social carente de las estructuras básicas de cultura jurídica en su cuadro del mundo. Estas estructuras deberían estar en la base de su concepción de la sociedad.
Las autoridades tienen la responsabilidad de dictar normativas regulatorias de la actividad social e incluso del uso de los derechos por los ciudadanos. Las autoridades tienen el deber y el derecho de hacerlo. Esa es una parte importante de su función social como autoridades para evitar que se regrese al estado de barbarie donde los recursos se distribuían según la ley del más fuerte. Otra parte de la función del Gobierno es la de hacer respetar y cumplir esas regulaciones, por todos los ciudadanos, estén de acuerdo o no; porque se ha entendido por parte de los funcionarios con autoridad legislativa, que ellas –las normativas jurídicas- son las más justas y convenientes al conjunto de la sociedad en desarrollo.
Si los legisladores se han equivocado -lo cual es posible- existen mecanismos legalmente establecidos para solicitar y promover la revisión y cambio de las leyes. Pero no es el mero deseo de una persona o un grupo particular la razón para cambiar una ley, porque se supone que la ley redunda en el mejor ordenamiento social dadas las circunstancias reales de la sociedad en cuanto a disponibilidad de recursos y necesidades.
Por ejemplo se ha reportado que las Damas de Blanco han reunido a unas 80 personas como máximo en una actividad (incluyendo hombres), asumiendo que por detenciones de la Seguridad del Estado o intenciones en otras provincias otras no hayan acudido, se podría llegar a estimar que el movimiento tenga un número mayor de seguidores activos. Las Damas de Blanco con un poder de convocatoria que no mayor de trescientas personas pretenden que el Papa las reciba e impulse la modificación ilegal del Estado que ha recibido el respaldo de más de 8 millones de firmas en 2002 y que tiene la capacidad de convocar a diez mil personas a una plaza sin grandes dificultades, y todo porque ellas consideran que el resto de la población solo apoya al gobierno y acata la autoridad de sus funcionarios solo porque le tiene miedo.
En este sentido, este ensayista propone considerar a la “desobediencia civil” como basada de una “predisposición psicológica” del grupo que la practica.
Esta hipótesis es independiente pero complementaria al carácter criminal de quienes desde EEUU utilizan a estas mujeres y sus dilemas familiares para tratar de justificar las presiones económicas y diplomáticas internacionales con vistas a que el Estado sea modificado por rendición en lugar de por negociación.
A favor de esta hipótesis está el hecho comprobado de que la inmensa mayoría de los disidentes que la practican la desobediencia civil reciben muy poco o ningún dinero por ello, a pesar de las grandes cantidades destinadas por el Gobierno de EEUU para financiar la Transición en Cuba y que terminan siendo usadas para los planes de provocación al Gobierno de Castro, pero este dinero se gasta en otros conceptos y no en el pago de altos salarios a los que la practican.
Esto supone que las ideas que defienden las “Damas de Blanco”, sus hijos y sus esposos, sobre la “justeza de no respetar a las autoridades” están muy profundamente arraigadas entre sus concepciones éticas y morales.
Ellos suelen plantear que el resto de la población tiene “miedo” a las autoridades, o sea que consideran que lo normal sería no respetar a las autoridades. Este es un pensamiento de tipo anarquista.
Las concepciones más básicas y fundamentales en la conciencia de los hombres son basadas en primera instancia por las enseñanzas de sus madres.
En segunda instancia son la escuela y sus programas educativos los que desarrollan estas concepciones. Sin embargo, en la mayoría de los casos de dicientes estos son hijos de madres y padres que serían considerados al menos como “desafectos” a la Revolución, y por lo tanto las oportunidades de sus hijos de recibir estudios y una fuerte influencia socio-política que les ayudara a saltar a un nuevo grado de desarrollo en sus conciencias sociales, fueron pocas, ya que la mayoría de los casos fueron relegados a estudiar en escuelas marginales o en condición marginada en las escuelas correspondientes y en pocos casos lograron realizar estudios más allá del 9no grado o si acaso un 12mo.
La ausencia de roce con profesores de mayor excelencia, la ausencia de roce social con alumnos de sus respectivos niveles de capacidad intelectual, fue conformando una intención de acción social al margen de la cultura socialmente establecida y en el marco de la que estaban desarrollándose. Esto los llevó, en algún momento, a enfrentarse a las autoridades encargadas de reprimir la actividad y la iniciativa al margen de la ley: la policía.
Comprendido el error, urge echar manos a la solución
La Tarea de la Reconciliación Nacional debe resolver este problema y corregir sus efectos.
Es necesario que estas personas alcancen el nivel cultural necesario para que puedan tener una realización personal equitativa, en compensación por las restricciones que sufrieron por su condición de desafectos a la Revolución durante la etapa –recién concluida- de “dictadura del proletariado”.
Es necesario implicar el acceso a medios de educación social como son los televisores y la inserción en programas de desarrollo de habilidades laborales como cursos de oficio, que permitan dotar a estas personas de opciones de realización personal dentro de la ley y del proyecto de sociedad superior que se desarrolla.
No es posible avanzar hacia la construcción de la nueva sociedad dejando sectores retrasados. Los sectores más rezagados son los que más necesitan de las oportunidades de estudio y superación para que puedan alcanzar el grado de desarrollo de su conciencia social tal que les permita ponerse a la par del resto de la sociedad.
Esto debe hacerse además en el más absoluto respeto a sus criterios políticos y con un tratamiento independiente de la persistencia o no en la realización de actividades ilegales.
“En materia de justicia no cabe dilación posible. Quien la demora la vuelve contra sí.” José Martí.
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